La conferencia MATERIA Argentina nos ofreció un jugoso contrapunto entre Alberto Abad (titular de la AFIP) y Eduardo Restuccia (Senior Advisor de Ericsson) en torno a la problemática de la integración social relacionada con la incorporación de tecnología en la sociedad.Abad destacó la existencia de una dicotomía entre conectados y no conectados, entre aquellos que pueden acceder a las ventajas de la revolución tecnológica y aquellos que no tienen más remedio que mirarla desde afuera. Así, las desigualdades en el acceso a la tecnología en la sociedad tienen, por resultado, un incremento de las desigualdades socioeconómicas.Restuccia retrucó con el caso de la telefonía celular, precisamente, un mercado donde la incorporación de tecnología parece haber reducido las desigualdades entre ricos y pobres. Puesto que las redes inalámbricas tienen menores costos de instalación que las fijas, el celular se ha masificado hasta niveles insospechados, igualando usos y costumbres en toda la sociedad global.
Y esto nos mete de lleno en el acalorado debate sobre la brecha digital. La muletilla dice que Internet revolucionó (¿para bien?) todos los aspectos de nuestras vidas: desde la forma en que trabajamos hasta nuestros modos de relacionarnos con los demás. Sin embargo, ¿hasta qué punto es cierta esta creencia?Pregúntele al argentino que está por debajo de la línea de la indigencia. O vaya a Africa a comprobar qué tan cierta es esta afirmación. El World Information Society Report 2007 de las Naciones Unidas es una joya para analizar la situación de la brecha tecnológica en nuestra sociedad global. Este informe nos brinda el estado actual de la capacidad de las distintas sociedades de acceder a las tecnologías de la información.En 2002, el número de líneas telefónicas móviles superó a las líneas fijas. Hacia fines del 2008, se espera que más de la mitad de la población mundial tenga un teléfono celular. Así, sostiene el estudio de la ONU, la telefonía celular está logrando notables avances en la igualación de oportunidades.El caso de Internet sigue el mismo camino. En 1997, los habitantes de los países de bajos ingresos representaban sólo el cinco por ciento de los usuarios totales de Internet. En 2005, ya llegaban al 30 por ciento. Así, parece quedar claro que la famosa brecha digital se está achicando.Sin embargo, tampoco conviene pecar de optimistas. El debate sobre la brecha tecnológica, más que desaparecer, está cambiando de foco. Antes, nos preocupábamos por la cantidad de gente que puede acceder a la tecnología. Sin embargo, ahora la cuestión es a qué tecnología acceden los que menos tienen, principalmente, en los países subdesarrollados.Y aquí queda un gran largo trecho por recorrer. En el caso particular de Internet, los países ricos tienen tres cuartos de las conexiones de banda ancha de la Tierra. El precio de esta tecnología todavía sigue siendo casi prohibitivo en la mayoría de las naciones en desarrollo.Aquí es precisamente donde se observan los principales efectos de la brecha tecnológica sobre el grado de desarrollo de los países. No es tanto la cantidad sino la calidad de la tecnología de la que disponen las distintas naciones lo que signa su competitividad global y, en última instancia, la calidad de vida de su población. De hecho, la brecha digital no es un problema en sí misma sino a través de su impacto sobre la intensidad del conocimiento de las distintas economías.Como Marx había predicho en el siglo XIX, el conocimiento está sustituyendo a la fuerza de trabajo. La riqueza depende cada vez menos del trabajo "físico" y cada vez más del nivel de progreso tecnológico que impacta sobre las posibilidades de integrarse a la economía del conocimiento. (Fonte: http://weblogs.clarin.com/management-y-negocios/)
Y esto nos mete de lleno en el acalorado debate sobre la brecha digital. La muletilla dice que Internet revolucionó (¿para bien?) todos los aspectos de nuestras vidas: desde la forma en que trabajamos hasta nuestros modos de relacionarnos con los demás. Sin embargo, ¿hasta qué punto es cierta esta creencia?Pregúntele al argentino que está por debajo de la línea de la indigencia. O vaya a Africa a comprobar qué tan cierta es esta afirmación. El World Information Society Report 2007 de las Naciones Unidas es una joya para analizar la situación de la brecha tecnológica en nuestra sociedad global. Este informe nos brinda el estado actual de la capacidad de las distintas sociedades de acceder a las tecnologías de la información.En 2002, el número de líneas telefónicas móviles superó a las líneas fijas. Hacia fines del 2008, se espera que más de la mitad de la población mundial tenga un teléfono celular. Así, sostiene el estudio de la ONU, la telefonía celular está logrando notables avances en la igualación de oportunidades.El caso de Internet sigue el mismo camino. En 1997, los habitantes de los países de bajos ingresos representaban sólo el cinco por ciento de los usuarios totales de Internet. En 2005, ya llegaban al 30 por ciento. Así, parece quedar claro que la famosa brecha digital se está achicando.Sin embargo, tampoco conviene pecar de optimistas. El debate sobre la brecha tecnológica, más que desaparecer, está cambiando de foco. Antes, nos preocupábamos por la cantidad de gente que puede acceder a la tecnología. Sin embargo, ahora la cuestión es a qué tecnología acceden los que menos tienen, principalmente, en los países subdesarrollados.Y aquí queda un gran largo trecho por recorrer. En el caso particular de Internet, los países ricos tienen tres cuartos de las conexiones de banda ancha de la Tierra. El precio de esta tecnología todavía sigue siendo casi prohibitivo en la mayoría de las naciones en desarrollo.Aquí es precisamente donde se observan los principales efectos de la brecha tecnológica sobre el grado de desarrollo de los países. No es tanto la cantidad sino la calidad de la tecnología de la que disponen las distintas naciones lo que signa su competitividad global y, en última instancia, la calidad de vida de su población. De hecho, la brecha digital no es un problema en sí misma sino a través de su impacto sobre la intensidad del conocimiento de las distintas economías.Como Marx había predicho en el siglo XIX, el conocimiento está sustituyendo a la fuerza de trabajo. La riqueza depende cada vez menos del trabajo "físico" y cada vez más del nivel de progreso tecnológico que impacta sobre las posibilidades de integrarse a la economía del conocimiento. (Fonte: http://weblogs.clarin.com/management-y-negocios/)